19 may 2012

Había una vez en Alemania (parte 4)


1932: Fin de Brüning y de la democracia.

Durante 1932 finalmente la crisis económica tocó fondo e incluso en algunos países la situación empezó a mejorar aunque muy lentamente. Especialmente en aquellos países que se habían quitado de encima el dogal del patrón oro. Así Gran Bretaña y Japón, éste había abandonado el patrón oro en diciembre de 1931, fueron recuperando su actividad económica paulatinamente. Pero en Alemania ni la situación política ni la actitud del gobierno permitían ser optimista. Por un lado el gobierno seguía empeñado en su política deflacionaria y por el otro la convivencia social se desmoronaba. La delincuencia aumentaba y la radicalización política convertía los enfrentamientos callejeros entre los comunistas y los nazis en algo cotidiano. Estos últimos seguían ganando elecciones regionales y acumulando poder.

Finalmente lo que produjo la caída de Brüning en mayo de 1932 fue un hecho bastante fortuito. Resultó que Brüning que se había negado siempre a ejecutar planes de obras públicas para dar trabajo a los desempleados, se mostró comprensivo con un plan que proponía dar tierras del este del país a famílias desempleadas para que las pudieran labrar. Muchas de estas tierras pertenecían a importantes terratenientes prusianos con muchas conexiones en el ejército, los llamados junkers. Y claro está, el presidente Hindenburg que era también un gran terrateniente, simpatizaba totalmente con ellos. Aunque Brüning se defendió diciendo que se pagaría un precio justo por las expropiaciones, no pudo evitar que se le acusara de agrobolchevique e incluso de intentar colonizar el protestante este con católicos[1]. Finalmente las presiones del ejército sobre Hindenburg llevaron a éste a forzar la dimisión de Brüning. El 30 de mayo de 1932 Heinrich Brüning dimitió del cargo de canciller.

Curiosamente uno de los grandes objetivos políticos de Brüning, la cancelación de las reparaciones de guerra, se consiguió aquel mismo verano. En julio de 1932 la conferencia de Lausana decidió cancelar todas las reparaciones que debían los alemanes.

A Brüning le sucedió Franz von Papen como canciller del Reich. Papen, un radical conservador del mismo partido que Brüning, resultó ser un malísimo político a la hora de lidiar con los extremismos pero en materia económica lo hizo bastante mejor que Brüning. Su gobierno empezó el plan de obras públicas que su antecesor había rechazado pero al mismo tiempo su odio hacia los socialistas le indujo a acercarse al partido nazi. En 1932 el único poder importante que no estaba controlado por la derecha en Alemania era el gobierno del estado de Prusia. Prusia era el Land más grande del Reich y su gobierno era una coalición liderada por el SPD. Después de unos sangrientos tiroteos en julio entre comunistas y nazis, el gobierno Papen utilizó la supuesta incapacidad para mantener el orden del gobierno prusiano como escusa para ordenar su disolución y pasar sus atribuciones al gobierno del Reich. Así el 20 de julio se comunicó la destitución de los representantes del gobierno prusiano y la asunción por parte de Papen del cargo de comisario político para Prusia. Los destituidos opusieron poca resistencia, desmoralizados ante la radicalización del país. Que un gobierno democrático fuera depuesto tan fácilmente demuestra que la democracia alemana, que ya venía siendo bastante defectuosa, había entrado en la UCI y parecía claro que había multitud de intereses deseosos de asistir a su sepelio.

En julio de aquel mismo año se volvieron a celebrar elecciones al Reichstag, otra vez anticipadas. Se dice que Hindenburg las convocó con la intención de mantener a Papen gobernando sin tener que preocuparse del Reichstag mientras éste estuviera disuelto. De hecho Papen gobernaba con muy pocos apoyos parlamentarios y había tenido que legalizar las SA para ganarse el favor de los nazis. Cuando se celebraron las elecciones el 31 de julio de 1932, la victoria de estos últimos fue incontestable.

Con un 37% de votos se convirtieron en el primer partido de Alemania dejando atrás al hasta entonces imbatido SPD. Pero no consiguieron la mayoría absoluta y Hindenburg no quiso que Hitler fuera canciller y mantuvo a Papen en el puesto. Éste intentó que los nazis se sumaran a su gobierno pero parece que Hitler exigió ser el canciller y las negociaciones se rompieron[2]. Papen intentó gobernar en solitario pero le resultó imposible y volvió a recurrir al truco de disolver el Reichstag y convocar elecciones. Ésto se hizo el 12 de septiembre y las elecciones se celebrarían el 6 de noviembre.

En ellas el NSDAP retrocedería un poco pero seguiría siendo el primer partido a mucha distancia de los otros. Y ellas darían lugar al último gobierno de Weimar, el gobierno del general Schleicher, del que los nazis volverían a quedar fuera. Finalmente un acuerdo entre Papen, que odiaba a Schleicher, y Hitler serviría para convencer a Hindenburg de que Hitler debía ser canciller. Cuando éste juró el cargo el 30 de enero de 1933 la democracia de Weimar ya estaba condenada.

Lo más triste de todo es que los planes de obras públicas iniciados por el gobierno Papen empezaron a dar resultado aquel mismo 1933 con una notable reducción del desempleo y por tanto de las fricciones sociales. La mejora de la situación se atribuyó a los nazis cuando éstos se habían encontrado con esta política (aunque se tiene que reconocer que la mantuvieron y expandieron). La suerte de Hitler fue notable, y la pregunta sería: ¿Qué hubiera pasado si se hubiese iniciado solo un año antes? ¿Habrían llegado los nazis al poder sin el récord de parados de 1932? No lo sabremos nunca. Sea como sea 1932 quedó como el año crítico en que los parados llegaron a ser unos 5,5 millones, el país llegó al borde de la guerra civil y finalmente se entregó el estado a una banda de criminales.

Parados en alemania (1921-1939). La escala es en millones.


[1] William L. Patch Jr, Heinrich Brüning and the dissolution of the Weimar Republic, Cambridge University Press, 1998.
[2] Ian Kershaw, Hitler, Ediciones Península, 2010

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