19 may 2012

Había una vez en Alemania (parte 2)

En el artículo anterior hemos hablado de la hiperinflación alemana de principios de los años 20 y de las consecuencias sociales que comportó. Ahora vamos a tratar de unos acontecimientos económicos posteriores que superaron ampliamente a éstos en tragedia. Para ello tenemos que avanzar hasta 1929.

Empieza la Gran Depresión.

En 1929 se estaba terminando una década que había sido especialmente convulsa para el mundo. Las grandes inestabilidades que la 1a Guerra Mundial había causado habían llevado al mundo a una serie de crisis de las cuáles casi nadie había salido ileso. Había habido la hiperinflación alemana, la crisis británica de 1925-1926, la especulación contra el franco de 1924, las repetidas crisis italianas con sus frecuentes bancarrotas, la crisis de posguerra que asoló España y llevó a Primo de Rivera al poder y se podrían mencionar más. Todo esto si solamente nos fijamos en Europa occidental, porque en Europa oriental las cosas fueron incluso peores. Hubo revolución aunque fugaz en Hungría, hiperinflación y golpes de estado en Polonia, disturbios y represión en Bulgaria, guerra entre Grecia y Turquía (1919-1923), y un largo etc de calamidades. Sin olvidar los desastres que trajo la Guerra Civil Rusa, como la gran hambruna que se abatió sobre el país en 1922, solo mitigada en parte por la ayuda extranjera (los EEUU habían tenido una magnífica cosecha).
Fuera de Europa también se vivieron momentos convulsos ya que las naciones se tenían que reajustar al nuevo mundo de después de la 1ª Guerra Mundial. Por ejemplo, la década culminó en Argentina con el golpe militar de 1930 que inició la llamada década infame.
Así que solo se puede hablar de los felices años 20 desde un profundo americanocentrismo o quizás por comparación con los terribles años de la 1ª Guerra Mundial. Y aún así hacia la segunda mitad de la década las cosas habían empezado a mejorar. La hiperinflación alemana se había superado en 1924, el franco se estabilizó en 1926[1] y, aunque la economía británica no pasó por su mejor momento debido a una libra esterlina sobrevalorada, la buena situación en Estados Unidos hacía presagiar buenos tiempos. Parecía como si a partir de 1926 empezaría otro largo período de prosperidad. Pero entonces llegó 1929.

En 1929 culminó el boom especulativo que se había iniciado en 1928 en la bolsa de Nueva York (hubo otras bolsas que también subieron mucho pero la de Nueva York era la más importante de lejos). Las acciones subían sin parar y sin darse cuenta de la enorme burbuja que se estaba creando se crearon numerosas empresas que su único objetivo era el de invertir en la bolsa. Estas empresas, llamadas generalmente trusts de inversión, a su vez a veces invertían en otras que tenían el mismo objetivo, de forma que grandes cantidades de capital terminaban dependiendo de lo que hicieran unas pocas acciones de empresas productivas reales. Todo eso en un mercado de valores que subía con celeridad gracias a la enorme cantidad de préstamos que los bancos estaban dando a los especuladores. Incluso algunas empresas industriales terminaron por considerar más provechoso invertir en la bolsa que en sus propias industrias y arriesgaron sus capitales allí. No me voy a alargar más sobre el boom neoyorquino porque no es el propósito de este artículo, además el episodio ya ha sido tratado abastamente en libros como El crash de 1929 de John Kenneth Galbraith. Lo que si nos concierne son sus consecuencias económicas.

En su libro sobre la Gran Depresión Kindleberger explica cuáles fueron las consecuencias del boom bursátil. Los bancos americanos habían dado numerosos préstamos a los bancos europeos, y especialmente a los bancos austríacos y alemanes que con los sobresaltos de los años 20 habían tenido problemas para financiarse.



Éstos últimos por lo tanto dependían en gran medida de lo que sus colegas yanquis decidieran hacer con estos préstamos. Cómo se ve en el gráfico anterior, extraído de La crisis económica 1929-1939 de Kindleberger, los préstamos al extranjero de EEUU y Gran Bretaña se redujeron bruscamente entre 1928 y 1929. Y la única explicación lógica es la de la influencia del boom bursátil, es decir que se retiraron préstamos al extranjero con el fin de poder prestar más dinero en la bolsa de Nueva York, que a todas luces parecía dar unos rendimientos fantásticos[2]. Esto condujo a que la crisis empezara incluso antes en Alemania que en Estados Unidos.

Así a partir de 1928 el paro empezó a subir en el país teutónico pasando de 1.100.000 parados en el verano de aquel año a 1.900.000 a finales de 1929[3]. Esto ya era un aumento espectacular si pensamos que se produjo en solo un año pero incluso así esta cifra solo equivalía al 6% de la población activa, por lo que no parece que tuviera que ser tan grave. Tristemente todo esto quedaría en muy poca cosa respecto a lo que vendría a partir de 1930.

CONTINUARÁ

[1] Charles P. Kindleberger, Historia financiera de Europa, Ed. Crítica, 2011
[2] Charles P. Kindleberger, La crisis económica 1929-1939, Ed. Crítica, 1985

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