19 may 2012

Había una vez en Alemania (parte 3)


A principios de 1930 llega Brüning al poder.

Que el crash de octubre de 1929 tuvo un impacto profundísimo en las finanzas mundiales y por tanto en la economía es un hecho que dificilmente puede refutarse. Y aunque algunos economistas monetaristas han intentado disminuir su importancia como causa de la Gran Depresión, nunca lo han conseguido del todo. Por lo tanto se puede hablar tranquilamente de un antes y un después de octubre de 1929, especialmente en EEUU. El crédito se congeló y todo el mundo prefería tener activos lo más líquidos posibles. Con este fin se cancelaron créditos a empresas perfectamente solventes o se les negaron de nuevos produciendo con esto una fuerte presión deflacionista. Observamos que lo que se ha llamado hoy en día sequía de crédito no es ni mucho menos un fenómeno nuevo. Los bancos que tan alegremente habían prestado durante el boom, de repente se volvieron timoratos a casi cualquier prestatario[1].

Como era de esperar en Alemania, dónde las cosas ya iban bastante mal, la situación no mejoró un ápice sino que empeoró. Con la sequía de crédito campando por EEUU a finales de 1929, las importaciones de este país se desplumaron y esto afectó gravemente a Alemania. Por un lado las importaciones de productos alemanes en EEUU cayeron, y por el otro la reducción de importaciones que hizo EEUU de países productores de materias primas, sobretodo agrícolas, llevaron a éstos a reducir también sus compras en Alemania. Evidentemente el paro siguió subiendo y pronto se vio que el fondo del seguro de desempleo, Reichsanstalt für Arbeitslosenversicherung, (que había sido creado en 1927) no era suficiente. Se había pensado para cubrir a un máximo de 800.000 parados pero a inicios de 1930 ya había unos 1,9 millones. Los déficits de este seguro se trasladaron al presupuesto del gobierno y éste tuvo que endeudarse. Con el recuerdo de la pesadilla de la hiperinflación en mente, el gobierno alemán se dispuso a terminar con el déficit. La discusión sobre como se tenía que recaudar el dinero necesario para liquidar el déficit terminó siendo tan intensa que se rompió la coalición de gobierno. El SPD, Sozialdemokratische Partei Deutschlands, que era el partido que lideraba el gobierno con el canciller Müller y era el primer partido del Reichstag, abandonó al gobierno en marzo de 1930. En medio de aquella terrible crisis el gobierno pasaba a estar en minoría.

El nuevo canciller elegido se demostraría en los años venideros como totalmente incompetente para hacer frente a la tarea titánica de frenar la crisis y dar trabajo a su gente. Su nombre era Heinrich Brüning (1885-1970) y era un conservador católico nacido en la ciudad de Münster. Su partido era el Zentrum, el partido por excelencia de los católicos alemanes y por lo tanto claramente conservador. Si se entiende que la máxima prioridad del gobierno debía ser apagar el incendio nacional que era la crisis, bien se puede decir que el gobierno echó gasolina a las llamas.

Rápidamente Brüning empezó una política de recortes sociales y subida de impuestos con el objetivo de acabar con el déficit y alejar sus pesadillas de inflación. Seguramente también influyó en sus decisiones el plan Young de pago de las reparaciones de guerra en el que los alemanes se habían vuelto a comprometer a pagar lo que debían a sus anteriores enemigos, especialmente Francia, por los daños causados en la Gran Guerra. Si el marco hubiera perdido valor puede que les habría sido más difícil pagar las reparaciones en divisas extranjeras. Brüning también racionalizó sus decisiones con el argumento de que la caída de precios y salarios haría a los productos alemanes más competitivos a escala mundial y esto beneficiaría a la economía del país[2]. Con todo esto en mente se puso manos a la obra: rebajar gastos gubernamentales y subir impuestos. Se implantaron viejos impuestos sobre la renta, la circulación financiera y la cerveza. Y también se crearon de nuevos como uno a los solteros, a los almacenes y al agua mineral[3]. Por si todo esto fuera poco, Brüning quiso proteger a los grandes terratenientes de los efectos de la caída mundial de los precios agrícolas y así fue como impuso fuertes restricciones a las importaciones de alimentos. Las malas lenguas dijeron que lo hacía para acontentar al presidente Hindenburg, cuyos “amigos” incluían a muchos junkers. En todo caso, lo que consiguió con esta política fue incrementar el precio de los alimentos en un momento en donde grandes masas de obreros se estaban quedando sin trabajo. Puede que en un país más agrícola esto hubiera sido positivo para el consumo pero en un país ya muy industrializado y urbano como era Alemania esto más bién llevó el hambre a muchos hogares. Brüning terminó recibiendo el apodo nada halagador de Hungerkanzler, o sea el canciller del hambre.

Brüning tuvo que gobernar valiéndose del recurso de los Notverordnungs, decretos de emergencia, que apoyados en el artículo 48 de la Constitución de Weimar no tenían que ser aprobados por el Reichstag. Con solo conseguir la firma del presidente Hindenburg éstos ya entraban en vigor. Cuándo en junio el SPD intentó derogar estos decretos en el Reichstag, Brüning contraatacó convenciendo al presidente Hindenburg para que disolviera esta cámara y convocara elecciones con 2 años de anticipación. Una vez más esto resultaría ser una decisión fatídica.

Heinrich Brüning, der Hungerkanzler.

Crisis política y financiera.

Las elecciones de septiembre de 1930 fueron catastróficas para el futuro de la República de Weimar. El Reichstag se radicalizó con el ascenso de los partidos extremistas, el KPD y el NSDAP, que ganaron una fuerza impensable solo unos pocos años antes. Especialmente el partido nazi que pasó de ser una fuerza marginal con un 2’6% de apoyo electoral a recibir un abrumador 18’6%. Esto los encumbró a primer partido de la derecha y segundo del Reichstag solo por detrás del SPD, el cuál se mantuvo primero con el 24’5% de los votos. La voz de Hitler se empezó a sentir con fuerza en aquella cámara.

Elecciones alemanas a finales de la República de Weimar

Aún así, y debido a la desunión de sus adversarios, Brüning consiguió continuar siendo canciller con el apoyo de la derecha.

Quizás por la radicalización política que se produjo en septiembre, quizás porque la crisis continuaba agudizándose, y seguramente por ambas cosas, en el otoño de 1930 se aceleró la pérdida de capital de los bancos alemanes. En agosto de 1930 los bancos alemanes perdieron 330 millones, en septiembre 225 millones y en octubre 720 millones. En total 1280 millones de marcos[4]. Parecía como si los capitalistas extranjeros y los nacionales intentaban escapar de la crisis alemana. Mientras la situación empeoraba y el paro llegaba ya a 3 millones de personas.

En 1931 la espiral destructiva continuó. Pero cuando la tormenta se desató definitivamente no lo hizo en Alemania como se podría pensar sino en Austria. La pequeña república alpina había pasado la anterior década intentando superar las pérdidas que había sufrido como consecuencia de la 1ª Guerra Mundial. Con un territorio muy reducido y una gran conflictividad social su economía había renqueado a través de aquellos difíciles años. El paro se había mantenido elevado,entre el 10 y el 15%[5], y sus bancos no habían conseguido asentarse en este mundo sin Habsburgos. Sin Trieste ni Bohemia habían perdido sus zonas más rentables[6]. Así que cuando la crisis llegó en 1929 ni la economía austríaca ni sus bancos pasaban por un buen momento. En Mayo de 1931 el Creditanstalt, ni más ni menos que el mayor banco del país, quebró.

La noticia cayó como una bomba en aquel mundo ya muy traumatizado y la confianza en el sistema bancario europeo recibió un golpe tremendo. En junio, en una Alemania en medio de otra crisis política, las retiradas de capital volvieron a producirse. Mientras en el Reichstag los del SPD volvían a pedir la retirada de los poderes del canciller Brüning para decretar decretos de emergencia. Este enfrentamiento volvió a espolear una nueva fuga de fondos de los bancos alemanes que perdieron 400 millones de marcos en 4 días[7]. El Reichsbank intentó frenar la salida subiendo el tipo de interés del 5 al 7%, cosa que evidentemente no era muy bueno para la economía. Se dice que las desgracias nunca vienen solas y confirmando esto a mediados de aquel mes fatídico la Nordwolle, una gran empresa que controlaba el sector de la lana en Alemania, quebró debido a unas operaciones temerarias. Previendo una subida del precio de la lana, la empresa se había endeudado fuertemente a principios de aquel año para comprar toda la producción anual. Cuando la lana bajó de precio la empresa se encontró contra las cuerdas. Su prestamista había sido el Danatbank (Darmstädter und Nationalbank) que era uno de los bancos alemanes más grandes del momento y que no pudo aguantar las pérdidas de la Nordwolle. La quiebra del Danatbank a principios de julio desató varios pánicos bancarios que obligaron a las autoridades alemanas a cerrar los bancos desde el lunes 13 al jueves 16, día en que volvieron a abrir. 

Pánico bancario en Berlín. Verano de 1931.

El 18 los bancos alemanes se unieron para crear un fondo de garantía que había de servir para proteger a sus miembros de posibles futuras crisis bancarias pero excluyeron al Danatbank debido a rencillas anteriores por las tácticas agresivas que éste aplicaba. El Danatbank finalmente fue absorbido por el Dresdner Bank que asumió sus pérdidas con la ayuda del Reichsbank. La crisis bancaria había sido frenada por estos acuerdos pero todo el sector siguió padeciendo una gran fragilidad y continuaron produciéndose algunos pánicos bancarios esporádicos.

Entonces en septiembre de 1931 Gran Bretaña abandonó el patrón oro. Las pérdidas de oro que había sufrido el Banco de Inglaterra así como las dificultades para financiarse del gobierno británico, el cuál había incurrido en déficits desde el inicio de la crisis, forzaron a tomar esta decisión tan trascendente[8]. Gran Bretaña que había sido el gran apoyo y paladín del patrón oro durante el siglo XIX pasaba a ser uno de los primeros países europeos que lo abandonaba (anteriormente ya lo habían hecho los pequeños estados escandinavos). Lo hacía además con una caída del 40% de la cotización de la libra, que aún era la principal moneda de intercambio del mundo. Es difícil imaginar la magnitud de este shock. ¿Qué pasaría hoy en día si el dólar bajara un 40% en pocos días? Desde el punto de vista alemán los problemas adicionales que esto generaba eran importantes. Básicamente una devaluación tan importante de la libra significaba poner a la industria británica en posición ventajosa respecto a la industria alemana en posibilidades de exportación. Lo que implicaba que los precios alemanes deberían bajar mucho para poder competir, esto es lo que se llama presión deflacionaria. Pero cuando algunos economistas y políticos urgieron al gobierno alemán a devaluar el marco fueron ignorados e incluso vilipendiados. La opinión pública alemana seguía relacionando la caída del cambio del marco con la hiperinflación y el gobierno Brüning parecía creer que lo mejor era proseguir con la devaluación interna. Rudolf Hilferding, que era considerado el principal experto en economía del SPD, llegó incluso a afirmar que la devaluación de la libra produciría paro en Gran Bretaña y que Alemania debía proteger el valor de su moneda.[9]

Así estaban las cosas cuando haciendo gala de una gran coherencia Brüning volvió a utilizar los Notverordnungs para decretar más deflación. El 8 de diciembre de 1931 decretó otra disminución de los sueldos, precios industriales, alquileres, precios del ferrocarril, etc. La reducción de los sueldos pretendía volverlos a los niveles de enero de 1927 y fue de alrededor del 10~15%. Durante 1931 los parados habían llegado ya a unos 4 millones, alrededor del 15%, y mucha más gente trabajaba con jornadas reducidas.

CONTINUARÁ

[1] Charles P. Kindleberger, La crisis económica 1929-1939, Ed. Crítica, 1985
[2] Es una opinión ampliamente aceptada hoy en día que las devaluaciones internas son muy complicadas y dolorosas de llevar a cabo. Véase el blog de Paul Krugman en el New York Times sobre esto.
[3] Charles P. Kindleberger, La crisis económica 1929-1939, Ed. Crítica, 1985
[4] Ibidem.
[5] Ibidem.
[6] Ibidem.
[7] Ibidem.
[8] Ibidem.
[9] Ibidem.

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