25 may 2012

Eurolandia y los euro estúpidos y sus primos yanquis


Empezaré definiendo el concepto de estupidez y super estupidez. “Estúpido”: cualidad del individuo que causa daño o prejuicio a otro sin obtener ningún beneficio. Super estúpido cualidad del individuo que causa daño a otro y se causa daño a él mismo sin obtener ningún beneficio. Estos dos conceptos son fundamentales para entender la situación en la que nos encontramos en Europa actualmente.
En los años precedentes a la crisis con la aparición del euro el BCE proporcionó una cantidad ingente de crédito barato al sistema financiero de toda Europa (también a los gobiernos) y dicho sistema financiero inundó la economía de crédito sin importar el uso o abuso que se hiciera de él.

Tipos de interés del BCE.

Se financiaron infraestructuras inútiles y sin sentido (en España somos campeones del mundo en ese tema). Líneas de ave sin pasajeros, aeropuertos sin aviones y un largo etc. Pero ese no fue el único error ni tan siquiera el más grande. El exceso de crédito barato y fácil de conseguir, hinchó una burbuja inmobiliaria descomunal (caso español e irlandés)[1].
Subida de precios de la vivienda por países. Extraído de "El hombre que vendió su casa por un tulipán".

El caso es que la economía iba viento en popa a toda vela o eso nos parecía. En aquellos tiempos España e Irlanda respetaron los tratados de estabilidad financiera desde 1998 a 2008 incluso registraron superávit. No se puede decir lo mismo de Francia y Alemania. Debido a que la gente tenía trabajo el nivel de vida subió y muchos creyeron que eso duraría para siempre y no sé en el resto de Europa pero en España empezamos a gastar como si no hubiera mañana muchas veces tirando de crédito que prácticamente no tenías ni que pedirlo, ya que te lo ofrecían en cada esquina te enviaban propaganda por correo etc. Bien, que os voy a contar, lo vivisteis vosotros mismos.
Balances por cuenta corriente de Alemania y los GIPSI (Grecia, Italia, Portugal, etc). Extraído del blog de Paul Krugman.

Pero en la otra punta del mundo se pinchó otra burbuja la de las suprimes o hipotecas basura. No me extenderé mucho explicando en qué consiste sólo daré algunos apuntes en tono irónico. Básicamente consistió en lo siguiente: había una vez en Alabama  un  negro sentado en un banco en la calle. Y vino un señor muy bien vestido y le dijo que tenía una vivienda maravillosa para él y que podía comprarla. Cuándo nuestro amigo escuchó esto se puso a reír i le contestó que no tenía como pagarla pues no tenía trabajo ni tampoco ingresos. A eso nuestro hábil vendedor contestó que no importaba que el conocía un banquero muy amable que le daría una hipoteca y que el tan sólo tenía que firmar. Nuestro amigo pensó que debían estar locos pero accedió pues no tenia nada que perder. Pero llego el primer pago de la hipoteca al que no podía hacer frente así que apenado se dirigió al banco y solicitó hablar con ese banquero tan amable. Éste le recibió y tras escuchar su problema sonrío y le dijo que como su vivienda valía un 30% más de lo que él había pagado le ampliaría la hipoteca para que pudiera hacer frente a los pagos y le prestó un poco más para que se comprara un coche y se fuera de vacaciones. Ésto se repitió varias veces mientras los precios de la vivienda subían.
Alguien puede pensar que el banco se había vuelto loco, pero no, porque por encima de él tenía unos señores, “muy majos” llamados Lehman Brothers, Bear Stearns, Merrill Lynch y otros bancos de inversión que compraban estas hipotecas, las juntaban con otras menos malas, las titularizaban, conseguían una calificación “AAA” de las agencias de rating, ¿os suenan de algo ? Entonces le buscaron un nombre bonito y lo vendieron a los inversores nacionales e internacionales que no tenían ni puñetera idea de que estaban comprando pero oye sonaba bien y subía de precio. Por desgracia todos sabemos como termina la historia.


[1] El hombre que cambió su casa por un tulipán, Fernando Trias de Bes, Ediciones Temas de Hoy, 2009

19 may 2012

Había una vez en Alemania (parte 4)


1932: Fin de Brüning y de la democracia.

Durante 1932 finalmente la crisis económica tocó fondo e incluso en algunos países la situación empezó a mejorar aunque muy lentamente. Especialmente en aquellos países que se habían quitado de encima el dogal del patrón oro. Así Gran Bretaña y Japón, éste había abandonado el patrón oro en diciembre de 1931, fueron recuperando su actividad económica paulatinamente. Pero en Alemania ni la situación política ni la actitud del gobierno permitían ser optimista. Por un lado el gobierno seguía empeñado en su política deflacionaria y por el otro la convivencia social se desmoronaba. La delincuencia aumentaba y la radicalización política convertía los enfrentamientos callejeros entre los comunistas y los nazis en algo cotidiano. Estos últimos seguían ganando elecciones regionales y acumulando poder.

Finalmente lo que produjo la caída de Brüning en mayo de 1932 fue un hecho bastante fortuito. Resultó que Brüning que se había negado siempre a ejecutar planes de obras públicas para dar trabajo a los desempleados, se mostró comprensivo con un plan que proponía dar tierras del este del país a famílias desempleadas para que las pudieran labrar. Muchas de estas tierras pertenecían a importantes terratenientes prusianos con muchas conexiones en el ejército, los llamados junkers. Y claro está, el presidente Hindenburg que era también un gran terrateniente, simpatizaba totalmente con ellos. Aunque Brüning se defendió diciendo que se pagaría un precio justo por las expropiaciones, no pudo evitar que se le acusara de agrobolchevique e incluso de intentar colonizar el protestante este con católicos[1]. Finalmente las presiones del ejército sobre Hindenburg llevaron a éste a forzar la dimisión de Brüning. El 30 de mayo de 1932 Heinrich Brüning dimitió del cargo de canciller.

Curiosamente uno de los grandes objetivos políticos de Brüning, la cancelación de las reparaciones de guerra, se consiguió aquel mismo verano. En julio de 1932 la conferencia de Lausana decidió cancelar todas las reparaciones que debían los alemanes.

A Brüning le sucedió Franz von Papen como canciller del Reich. Papen, un radical conservador del mismo partido que Brüning, resultó ser un malísimo político a la hora de lidiar con los extremismos pero en materia económica lo hizo bastante mejor que Brüning. Su gobierno empezó el plan de obras públicas que su antecesor había rechazado pero al mismo tiempo su odio hacia los socialistas le indujo a acercarse al partido nazi. En 1932 el único poder importante que no estaba controlado por la derecha en Alemania era el gobierno del estado de Prusia. Prusia era el Land más grande del Reich y su gobierno era una coalición liderada por el SPD. Después de unos sangrientos tiroteos en julio entre comunistas y nazis, el gobierno Papen utilizó la supuesta incapacidad para mantener el orden del gobierno prusiano como escusa para ordenar su disolución y pasar sus atribuciones al gobierno del Reich. Así el 20 de julio se comunicó la destitución de los representantes del gobierno prusiano y la asunción por parte de Papen del cargo de comisario político para Prusia. Los destituidos opusieron poca resistencia, desmoralizados ante la radicalización del país. Que un gobierno democrático fuera depuesto tan fácilmente demuestra que la democracia alemana, que ya venía siendo bastante defectuosa, había entrado en la UCI y parecía claro que había multitud de intereses deseosos de asistir a su sepelio.

En julio de aquel mismo año se volvieron a celebrar elecciones al Reichstag, otra vez anticipadas. Se dice que Hindenburg las convocó con la intención de mantener a Papen gobernando sin tener que preocuparse del Reichstag mientras éste estuviera disuelto. De hecho Papen gobernaba con muy pocos apoyos parlamentarios y había tenido que legalizar las SA para ganarse el favor de los nazis. Cuando se celebraron las elecciones el 31 de julio de 1932, la victoria de estos últimos fue incontestable.

Con un 37% de votos se convirtieron en el primer partido de Alemania dejando atrás al hasta entonces imbatido SPD. Pero no consiguieron la mayoría absoluta y Hindenburg no quiso que Hitler fuera canciller y mantuvo a Papen en el puesto. Éste intentó que los nazis se sumaran a su gobierno pero parece que Hitler exigió ser el canciller y las negociaciones se rompieron[2]. Papen intentó gobernar en solitario pero le resultó imposible y volvió a recurrir al truco de disolver el Reichstag y convocar elecciones. Ésto se hizo el 12 de septiembre y las elecciones se celebrarían el 6 de noviembre.

En ellas el NSDAP retrocedería un poco pero seguiría siendo el primer partido a mucha distancia de los otros. Y ellas darían lugar al último gobierno de Weimar, el gobierno del general Schleicher, del que los nazis volverían a quedar fuera. Finalmente un acuerdo entre Papen, que odiaba a Schleicher, y Hitler serviría para convencer a Hindenburg de que Hitler debía ser canciller. Cuando éste juró el cargo el 30 de enero de 1933 la democracia de Weimar ya estaba condenada.

Lo más triste de todo es que los planes de obras públicas iniciados por el gobierno Papen empezaron a dar resultado aquel mismo 1933 con una notable reducción del desempleo y por tanto de las fricciones sociales. La mejora de la situación se atribuyó a los nazis cuando éstos se habían encontrado con esta política (aunque se tiene que reconocer que la mantuvieron y expandieron). La suerte de Hitler fue notable, y la pregunta sería: ¿Qué hubiera pasado si se hubiese iniciado solo un año antes? ¿Habrían llegado los nazis al poder sin el récord de parados de 1932? No lo sabremos nunca. Sea como sea 1932 quedó como el año crítico en que los parados llegaron a ser unos 5,5 millones, el país llegó al borde de la guerra civil y finalmente se entregó el estado a una banda de criminales.

Parados en alemania (1921-1939). La escala es en millones.


[1] William L. Patch Jr, Heinrich Brüning and the dissolution of the Weimar Republic, Cambridge University Press, 1998.
[2] Ian Kershaw, Hitler, Ediciones Península, 2010

Había una vez en Alemania (parte 3)


A principios de 1930 llega Brüning al poder.

Que el crash de octubre de 1929 tuvo un impacto profundísimo en las finanzas mundiales y por tanto en la economía es un hecho que dificilmente puede refutarse. Y aunque algunos economistas monetaristas han intentado disminuir su importancia como causa de la Gran Depresión, nunca lo han conseguido del todo. Por lo tanto se puede hablar tranquilamente de un antes y un después de octubre de 1929, especialmente en EEUU. El crédito se congeló y todo el mundo prefería tener activos lo más líquidos posibles. Con este fin se cancelaron créditos a empresas perfectamente solventes o se les negaron de nuevos produciendo con esto una fuerte presión deflacionista. Observamos que lo que se ha llamado hoy en día sequía de crédito no es ni mucho menos un fenómeno nuevo. Los bancos que tan alegremente habían prestado durante el boom, de repente se volvieron timoratos a casi cualquier prestatario[1].

Como era de esperar en Alemania, dónde las cosas ya iban bastante mal, la situación no mejoró un ápice sino que empeoró. Con la sequía de crédito campando por EEUU a finales de 1929, las importaciones de este país se desplumaron y esto afectó gravemente a Alemania. Por un lado las importaciones de productos alemanes en EEUU cayeron, y por el otro la reducción de importaciones que hizo EEUU de países productores de materias primas, sobretodo agrícolas, llevaron a éstos a reducir también sus compras en Alemania. Evidentemente el paro siguió subiendo y pronto se vio que el fondo del seguro de desempleo, Reichsanstalt für Arbeitslosenversicherung, (que había sido creado en 1927) no era suficiente. Se había pensado para cubrir a un máximo de 800.000 parados pero a inicios de 1930 ya había unos 1,9 millones. Los déficits de este seguro se trasladaron al presupuesto del gobierno y éste tuvo que endeudarse. Con el recuerdo de la pesadilla de la hiperinflación en mente, el gobierno alemán se dispuso a terminar con el déficit. La discusión sobre como se tenía que recaudar el dinero necesario para liquidar el déficit terminó siendo tan intensa que se rompió la coalición de gobierno. El SPD, Sozialdemokratische Partei Deutschlands, que era el partido que lideraba el gobierno con el canciller Müller y era el primer partido del Reichstag, abandonó al gobierno en marzo de 1930. En medio de aquella terrible crisis el gobierno pasaba a estar en minoría.

El nuevo canciller elegido se demostraría en los años venideros como totalmente incompetente para hacer frente a la tarea titánica de frenar la crisis y dar trabajo a su gente. Su nombre era Heinrich Brüning (1885-1970) y era un conservador católico nacido en la ciudad de Münster. Su partido era el Zentrum, el partido por excelencia de los católicos alemanes y por lo tanto claramente conservador. Si se entiende que la máxima prioridad del gobierno debía ser apagar el incendio nacional que era la crisis, bien se puede decir que el gobierno echó gasolina a las llamas.

Rápidamente Brüning empezó una política de recortes sociales y subida de impuestos con el objetivo de acabar con el déficit y alejar sus pesadillas de inflación. Seguramente también influyó en sus decisiones el plan Young de pago de las reparaciones de guerra en el que los alemanes se habían vuelto a comprometer a pagar lo que debían a sus anteriores enemigos, especialmente Francia, por los daños causados en la Gran Guerra. Si el marco hubiera perdido valor puede que les habría sido más difícil pagar las reparaciones en divisas extranjeras. Brüning también racionalizó sus decisiones con el argumento de que la caída de precios y salarios haría a los productos alemanes más competitivos a escala mundial y esto beneficiaría a la economía del país[2]. Con todo esto en mente se puso manos a la obra: rebajar gastos gubernamentales y subir impuestos. Se implantaron viejos impuestos sobre la renta, la circulación financiera y la cerveza. Y también se crearon de nuevos como uno a los solteros, a los almacenes y al agua mineral[3]. Por si todo esto fuera poco, Brüning quiso proteger a los grandes terratenientes de los efectos de la caída mundial de los precios agrícolas y así fue como impuso fuertes restricciones a las importaciones de alimentos. Las malas lenguas dijeron que lo hacía para acontentar al presidente Hindenburg, cuyos “amigos” incluían a muchos junkers. En todo caso, lo que consiguió con esta política fue incrementar el precio de los alimentos en un momento en donde grandes masas de obreros se estaban quedando sin trabajo. Puede que en un país más agrícola esto hubiera sido positivo para el consumo pero en un país ya muy industrializado y urbano como era Alemania esto más bién llevó el hambre a muchos hogares. Brüning terminó recibiendo el apodo nada halagador de Hungerkanzler, o sea el canciller del hambre.

Brüning tuvo que gobernar valiéndose del recurso de los Notverordnungs, decretos de emergencia, que apoyados en el artículo 48 de la Constitución de Weimar no tenían que ser aprobados por el Reichstag. Con solo conseguir la firma del presidente Hindenburg éstos ya entraban en vigor. Cuándo en junio el SPD intentó derogar estos decretos en el Reichstag, Brüning contraatacó convenciendo al presidente Hindenburg para que disolviera esta cámara y convocara elecciones con 2 años de anticipación. Una vez más esto resultaría ser una decisión fatídica.

Heinrich Brüning, der Hungerkanzler.

Crisis política y financiera.

Las elecciones de septiembre de 1930 fueron catastróficas para el futuro de la República de Weimar. El Reichstag se radicalizó con el ascenso de los partidos extremistas, el KPD y el NSDAP, que ganaron una fuerza impensable solo unos pocos años antes. Especialmente el partido nazi que pasó de ser una fuerza marginal con un 2’6% de apoyo electoral a recibir un abrumador 18’6%. Esto los encumbró a primer partido de la derecha y segundo del Reichstag solo por detrás del SPD, el cuál se mantuvo primero con el 24’5% de los votos. La voz de Hitler se empezó a sentir con fuerza en aquella cámara.

Elecciones alemanas a finales de la República de Weimar

Aún así, y debido a la desunión de sus adversarios, Brüning consiguió continuar siendo canciller con el apoyo de la derecha.

Quizás por la radicalización política que se produjo en septiembre, quizás porque la crisis continuaba agudizándose, y seguramente por ambas cosas, en el otoño de 1930 se aceleró la pérdida de capital de los bancos alemanes. En agosto de 1930 los bancos alemanes perdieron 330 millones, en septiembre 225 millones y en octubre 720 millones. En total 1280 millones de marcos[4]. Parecía como si los capitalistas extranjeros y los nacionales intentaban escapar de la crisis alemana. Mientras la situación empeoraba y el paro llegaba ya a 3 millones de personas.

En 1931 la espiral destructiva continuó. Pero cuando la tormenta se desató definitivamente no lo hizo en Alemania como se podría pensar sino en Austria. La pequeña república alpina había pasado la anterior década intentando superar las pérdidas que había sufrido como consecuencia de la 1ª Guerra Mundial. Con un territorio muy reducido y una gran conflictividad social su economía había renqueado a través de aquellos difíciles años. El paro se había mantenido elevado,entre el 10 y el 15%[5], y sus bancos no habían conseguido asentarse en este mundo sin Habsburgos. Sin Trieste ni Bohemia habían perdido sus zonas más rentables[6]. Así que cuando la crisis llegó en 1929 ni la economía austríaca ni sus bancos pasaban por un buen momento. En Mayo de 1931 el Creditanstalt, ni más ni menos que el mayor banco del país, quebró.

La noticia cayó como una bomba en aquel mundo ya muy traumatizado y la confianza en el sistema bancario europeo recibió un golpe tremendo. En junio, en una Alemania en medio de otra crisis política, las retiradas de capital volvieron a producirse. Mientras en el Reichstag los del SPD volvían a pedir la retirada de los poderes del canciller Brüning para decretar decretos de emergencia. Este enfrentamiento volvió a espolear una nueva fuga de fondos de los bancos alemanes que perdieron 400 millones de marcos en 4 días[7]. El Reichsbank intentó frenar la salida subiendo el tipo de interés del 5 al 7%, cosa que evidentemente no era muy bueno para la economía. Se dice que las desgracias nunca vienen solas y confirmando esto a mediados de aquel mes fatídico la Nordwolle, una gran empresa que controlaba el sector de la lana en Alemania, quebró debido a unas operaciones temerarias. Previendo una subida del precio de la lana, la empresa se había endeudado fuertemente a principios de aquel año para comprar toda la producción anual. Cuando la lana bajó de precio la empresa se encontró contra las cuerdas. Su prestamista había sido el Danatbank (Darmstädter und Nationalbank) que era uno de los bancos alemanes más grandes del momento y que no pudo aguantar las pérdidas de la Nordwolle. La quiebra del Danatbank a principios de julio desató varios pánicos bancarios que obligaron a las autoridades alemanas a cerrar los bancos desde el lunes 13 al jueves 16, día en que volvieron a abrir. 

Pánico bancario en Berlín. Verano de 1931.

El 18 los bancos alemanes se unieron para crear un fondo de garantía que había de servir para proteger a sus miembros de posibles futuras crisis bancarias pero excluyeron al Danatbank debido a rencillas anteriores por las tácticas agresivas que éste aplicaba. El Danatbank finalmente fue absorbido por el Dresdner Bank que asumió sus pérdidas con la ayuda del Reichsbank. La crisis bancaria había sido frenada por estos acuerdos pero todo el sector siguió padeciendo una gran fragilidad y continuaron produciéndose algunos pánicos bancarios esporádicos.

Entonces en septiembre de 1931 Gran Bretaña abandonó el patrón oro. Las pérdidas de oro que había sufrido el Banco de Inglaterra así como las dificultades para financiarse del gobierno británico, el cuál había incurrido en déficits desde el inicio de la crisis, forzaron a tomar esta decisión tan trascendente[8]. Gran Bretaña que había sido el gran apoyo y paladín del patrón oro durante el siglo XIX pasaba a ser uno de los primeros países europeos que lo abandonaba (anteriormente ya lo habían hecho los pequeños estados escandinavos). Lo hacía además con una caída del 40% de la cotización de la libra, que aún era la principal moneda de intercambio del mundo. Es difícil imaginar la magnitud de este shock. ¿Qué pasaría hoy en día si el dólar bajara un 40% en pocos días? Desde el punto de vista alemán los problemas adicionales que esto generaba eran importantes. Básicamente una devaluación tan importante de la libra significaba poner a la industria británica en posición ventajosa respecto a la industria alemana en posibilidades de exportación. Lo que implicaba que los precios alemanes deberían bajar mucho para poder competir, esto es lo que se llama presión deflacionaria. Pero cuando algunos economistas y políticos urgieron al gobierno alemán a devaluar el marco fueron ignorados e incluso vilipendiados. La opinión pública alemana seguía relacionando la caída del cambio del marco con la hiperinflación y el gobierno Brüning parecía creer que lo mejor era proseguir con la devaluación interna. Rudolf Hilferding, que era considerado el principal experto en economía del SPD, llegó incluso a afirmar que la devaluación de la libra produciría paro en Gran Bretaña y que Alemania debía proteger el valor de su moneda.[9]

Así estaban las cosas cuando haciendo gala de una gran coherencia Brüning volvió a utilizar los Notverordnungs para decretar más deflación. El 8 de diciembre de 1931 decretó otra disminución de los sueldos, precios industriales, alquileres, precios del ferrocarril, etc. La reducción de los sueldos pretendía volverlos a los niveles de enero de 1927 y fue de alrededor del 10~15%. Durante 1931 los parados habían llegado ya a unos 4 millones, alrededor del 15%, y mucha más gente trabajaba con jornadas reducidas.

CONTINUARÁ

[1] Charles P. Kindleberger, La crisis económica 1929-1939, Ed. Crítica, 1985
[2] Es una opinión ampliamente aceptada hoy en día que las devaluaciones internas son muy complicadas y dolorosas de llevar a cabo. Véase el blog de Paul Krugman en el New York Times sobre esto.
[3] Charles P. Kindleberger, La crisis económica 1929-1939, Ed. Crítica, 1985
[4] Ibidem.
[5] Ibidem.
[6] Ibidem.
[7] Ibidem.
[8] Ibidem.
[9] Ibidem.

Había una vez en Alemania (parte 2)

En el artículo anterior hemos hablado de la hiperinflación alemana de principios de los años 20 y de las consecuencias sociales que comportó. Ahora vamos a tratar de unos acontecimientos económicos posteriores que superaron ampliamente a éstos en tragedia. Para ello tenemos que avanzar hasta 1929.

Empieza la Gran Depresión.

En 1929 se estaba terminando una década que había sido especialmente convulsa para el mundo. Las grandes inestabilidades que la 1a Guerra Mundial había causado habían llevado al mundo a una serie de crisis de las cuáles casi nadie había salido ileso. Había habido la hiperinflación alemana, la crisis británica de 1925-1926, la especulación contra el franco de 1924, las repetidas crisis italianas con sus frecuentes bancarrotas, la crisis de posguerra que asoló España y llevó a Primo de Rivera al poder y se podrían mencionar más. Todo esto si solamente nos fijamos en Europa occidental, porque en Europa oriental las cosas fueron incluso peores. Hubo revolución aunque fugaz en Hungría, hiperinflación y golpes de estado en Polonia, disturbios y represión en Bulgaria, guerra entre Grecia y Turquía (1919-1923), y un largo etc de calamidades. Sin olvidar los desastres que trajo la Guerra Civil Rusa, como la gran hambruna que se abatió sobre el país en 1922, solo mitigada en parte por la ayuda extranjera (los EEUU habían tenido una magnífica cosecha).
Fuera de Europa también se vivieron momentos convulsos ya que las naciones se tenían que reajustar al nuevo mundo de después de la 1ª Guerra Mundial. Por ejemplo, la década culminó en Argentina con el golpe militar de 1930 que inició la llamada década infame.
Así que solo se puede hablar de los felices años 20 desde un profundo americanocentrismo o quizás por comparación con los terribles años de la 1ª Guerra Mundial. Y aún así hacia la segunda mitad de la década las cosas habían empezado a mejorar. La hiperinflación alemana se había superado en 1924, el franco se estabilizó en 1926[1] y, aunque la economía británica no pasó por su mejor momento debido a una libra esterlina sobrevalorada, la buena situación en Estados Unidos hacía presagiar buenos tiempos. Parecía como si a partir de 1926 empezaría otro largo período de prosperidad. Pero entonces llegó 1929.

En 1929 culminó el boom especulativo que se había iniciado en 1928 en la bolsa de Nueva York (hubo otras bolsas que también subieron mucho pero la de Nueva York era la más importante de lejos). Las acciones subían sin parar y sin darse cuenta de la enorme burbuja que se estaba creando se crearon numerosas empresas que su único objetivo era el de invertir en la bolsa. Estas empresas, llamadas generalmente trusts de inversión, a su vez a veces invertían en otras que tenían el mismo objetivo, de forma que grandes cantidades de capital terminaban dependiendo de lo que hicieran unas pocas acciones de empresas productivas reales. Todo eso en un mercado de valores que subía con celeridad gracias a la enorme cantidad de préstamos que los bancos estaban dando a los especuladores. Incluso algunas empresas industriales terminaron por considerar más provechoso invertir en la bolsa que en sus propias industrias y arriesgaron sus capitales allí. No me voy a alargar más sobre el boom neoyorquino porque no es el propósito de este artículo, además el episodio ya ha sido tratado abastamente en libros como El crash de 1929 de John Kenneth Galbraith. Lo que si nos concierne son sus consecuencias económicas.

En su libro sobre la Gran Depresión Kindleberger explica cuáles fueron las consecuencias del boom bursátil. Los bancos americanos habían dado numerosos préstamos a los bancos europeos, y especialmente a los bancos austríacos y alemanes que con los sobresaltos de los años 20 habían tenido problemas para financiarse.



Éstos últimos por lo tanto dependían en gran medida de lo que sus colegas yanquis decidieran hacer con estos préstamos. Cómo se ve en el gráfico anterior, extraído de La crisis económica 1929-1939 de Kindleberger, los préstamos al extranjero de EEUU y Gran Bretaña se redujeron bruscamente entre 1928 y 1929. Y la única explicación lógica es la de la influencia del boom bursátil, es decir que se retiraron préstamos al extranjero con el fin de poder prestar más dinero en la bolsa de Nueva York, que a todas luces parecía dar unos rendimientos fantásticos[2]. Esto condujo a que la crisis empezara incluso antes en Alemania que en Estados Unidos.

Así a partir de 1928 el paro empezó a subir en el país teutónico pasando de 1.100.000 parados en el verano de aquel año a 1.900.000 a finales de 1929[3]. Esto ya era un aumento espectacular si pensamos que se produjo en solo un año pero incluso así esta cifra solo equivalía al 6% de la población activa, por lo que no parece que tuviera que ser tan grave. Tristemente todo esto quedaría en muy poca cosa respecto a lo que vendría a partir de 1930.

CONTINUARÁ

[1] Charles P. Kindleberger, Historia financiera de Europa, Ed. Crítica, 2011
[2] Charles P. Kindleberger, La crisis económica 1929-1939, Ed. Crítica, 1985

23 dic 2011

Había una vez en Alemania (parte 1).




Alemania ha sido durante el siglo XX la gran potencia económica de la Europa occidental. En los albores de este siglo, en 1900, superó al Reino Unido en producción industrial[1] y en algunas ramas de la industria moderna poseía claramente el liderazgo mundial. Así su industria química; como la de colorantes, la farmacéutica o la de abonos; era quizá la más avanzada del momento. En producción industrial sólo era superada por los Estados Unidos y en muchos otros sectores había escalado hasta posiciones predominantes. Por ejemplo, en producción de carbones se encontraba en 1905 sólo por detrás de Estados Unidos y el Reino Unido[2]. Y en 1893 su producción de acero ya había superado a la del Reino Unido[3], situándose en segundo lugar por detrás de los todopoderosos Estados Unidos.

Alemania se encontraba pues, alrededor de 1910, con la capacidad para desafiar a la que había sido hasta entonces la gran potencia comercial y militar en el mundo, el Reino Unido. Desafío que ya se venía produciendo en el terreno de la exportación de productos industriales, pero al que se añadió durante la primera década del s. XX el intento de rivalizar en potencia marítima. Esto último se hizo siguiendo las directrices del almirante Von Tirpitz que deseaba disponer de una flota moderna con la que los británicos no se atreviesen a luchar por miedo a perder la supremacía naval[4]. Esto no se consiguió porque estos últimos respondieron con un programa de construcción de navíos que dejó atrás a la flota de Von Tirpitz (los astilleros británicos tenían mucha más capacidad de construcción que los alemanes).

Cuándo la guerra llegó en 1914, y aquí no vamos a discutir el porqué, se vieron lo insensatos que eran los planes de los militares europeos. Todos fracasaron en su mayor parte y las consecuencias de aquella larga guerra fueron inmensas. El mundo de 1919 se parecía poco al de 1914: 4 grandes imperios habían desaparecido, el hambre campaba a sus anchas por Europa, la revolución soviética inspiraba a los revolucionarios de medio mundo, los nacionalismos intentaban crear nuevos estados y la aristocracia que había mandado en buena parte de Europa se encontraba desacreditada y odiada. Incluso en los países neutrales, como era el caso de España, los efectos fueron muy duros debido a los grandes incrementos de precios que experimentaron algunos productos básicos como los alimentos. Pienso yo que si las clases propietarias de 1914 hubieran podido imaginar las consecuencias que podía traer la guerra, ésta no se hubiese producido.
La Gran Guerra vista por Picarol de la Campana de Gràcia (agosto de 1914)
Así que a finales de 1918 y principios de 1919 se vivía en muchas partes de Europa una situación de caos y de anarquía, que hoy en día cuesta de imaginar. Entre noviembre de 1918 y mayo de 1919 se vivió en Alemania una situación revolucionaria que en algún momento y en algún lugar casi llegó a guerra civil. Los marineros y soldados formaron consejos (Räte) siguiendo el ejemplo de sus homólogos rusos y se dispusieron a llevar a cabo sus reivindicaciones. En Baviera el asesinato del líder socialista radical Kurt Eisner en febrero de 1919, así como la noticia de que la revolución había estallado en Hungría, desató una revuelta que proclamó una Räterepublik (república de consejos) que se caracterizó por el descontrol, los saqueos y la escasez de alimentos y carbón. Finalmente fue brutalmente sofocada a principios de Mayo por el ejército alemán, bajo las órdenes del gobierno del SPD en Berlín, ayudado por los Freikorps (éstos eran grupos paramilitares ultranacionalistas). Para entonces esta experiencia comunista ya había quedado grabada en la memoria de los bavareses como un período de terror y violencia que probaba lo peligrosos que podían llegar a ser los rojos (die Rotte)[5].

La gran inflación.
El fenómeno ha suscitado un gran interés porque quizás es el caso más espectacular de hiperinflación que ha habido en un país económicamente avanzado en los últimos 100 años. Se han dado diversas explicaciones al proceso que llevó a ésta, todas ellas influenciadas por la ideología económica a la que pertenecía el autor en cuestión. Según el gran historiador económico Charles P. Kindleberger en su magnífico libro, Historia financiera de Europa[6], se pueden distinguir dos grandes explicaciones:
            1. La explicación a partir de la balanza de pagos.
            2. La explicación monetarista.
La primera considera que la balanza de pagos alemana empeoró debido a la necesidad de la industria alemana de recuperarse de la guerra aprovisionándose en el extranjero de materias primas y biénes de equipo. Al intentar comprar divisas extranjeras en cantidad se habría provocado la depreciación del marco que habría llegado a estar infravalorado. Esto a su vez habría provocado el aumento de los precios de las importaciones y éstos habrían repercutido en el resto de los precios. Para evitar el desempleo y las huelgas el Reichsbank habría emitido más moneda, cerrando así el ciclo.
La segunda mantiene que la inflación habría tenido lugar como consecuencia de los excésivos déficits en que el gobierno alemán habría incurrido después de la guerra. Buena parte de los cuáles tuvieron que ser monetizados mediante préstamos del Reichsbank, práctica que habría conducido a la inflación. Esto a su vez habría hundido el tipo de cambio del marco.

Kindleberger, gran enemigo de las explicaciones simples y monocausales, se muestra partidario de combinar ambas explicaciones, si no simultáneamente sí consecutivamente. Según él al principio la inflación fue monetarista, es decir causada por los excesivos déficits del gobierno alemán monetizados por el Reichsbank. Pero a partir de principios de 1922 el tipo de cambio del marco respecto al dólar se hundió dando lugar a una segunda fase en la que la inflación fue propulsada por el incremento de precios en las importaciones. Una vez los precios se dispararon, tanto las empresas como los particulares alemanes intentaron deshacerse de sus marcos tan deprisa como pudieron, acelerando a su vez el proceso de inflación. Los hechos se pueden describir con estas tablas extraídas de Kindleberger:



En los cuadros se puede ver como la situación se desmadró finalmente en 1922 cuándo el valor del marco respecto al dólar se hundió. A la cuestión de porqué fue entonces cuándo el marco se hundió se le han dado distintas explicaciones también. Según Kindleberger la especulación mundial en divisas jugó un papel importante. Después de la guerra, cuándo el marco perdió valor, especuladores de todo el mundo pero sobretodo norteamericanos se dedicaron a comprar marcos con la esperanza de que éste recuperase una parte de su valor. Ésto se vería reflejado en el aumento de valor del marco en 1920, pero cuándo finalmente se convencieron de que éste no iba a recuperar su valor lo intentaron vender en masa provocando su caída. Como buena profecía de autocumplimiento sería la creencia de que el marco no se recuperaría la que habría de provocar su caída final. Como motivo para el cambio de perspectiva en 1922 se ha citado a menudo el asesinato del ministro alemán de exteriores Walther Rathenau, en Junio de 1922, que era uno de los miembros del gabinete más partidarios de acordar con los aliados cómo se devolverían las reparaciones de guerra que fijaba el tratado de Versalles. Si a esto le sumamos las grandes presiones que ejercían los franceses sobre el gobierno alemán para que éste pagase, podremos entender el ambiente conflictivo que espantó a los especuladores. De hecho en Enero de 1923 las amenazas francesas se concretaron en su ocupación del Ruhr.

Lo que está claro es que a partir de mediados de Junio de 1922 el marco dejó de ser una moneda funcional. Los precios subían tan deprisa que quién recibía algunos de ellos intentaba deshacerse de ellos de inmediato. Los acreedores, por ejemplo de créditos hipotecarios, vieron como sus activos desaparecían. Los alemanes terminaron teniendo que contar millones de marcos incluso para comprar productos como el pan y se habló de la aparición de la enfermedad de los números altos, es decir gente que no podía asumir las nuevas cantidades de marcos que pasaban por sus manos[7]. Algunos psiquiatras incluso diagnosticaron casos de gente que ante el estrés de calcular los nuevos precios terminaban neuróticos y se dedicaban a escribir números con largas colas de ceros o afirmaban tener 10 mil millones de años de edad. Los billetes llegaron a cifras increíbles y los que se adormecían en gastarlos se encontraban después con que lo mejor que podían hacer era quemarlos en la estufa para calentar la casa. Algunos se utilizaron también para empapelar las paredes. En el 1 de noviembre de 1923 se llegó a precios cómo[8]:        
Tres mil millones de marcos por una libra de pan.
Treinta y seis mil millones de marcos por una libra de carne.
Cuatro mil millones de marcos por un vaso de cerveza.

Mucha gente intentaba hacerse con moneda extranjera de cualquier forma posible. En los puertos se asaltaba a los marineros extranjeros con la esperanza de encontrarles algunos dólares o libras esterlinas y algunos alemanes escribieron a sus parientes en el extranjero implorándoles que les enviaran algunas divisas de sus países.

Como curiosidad, cuándo los nazis perpetraron su famoso putsch de Munich en Noviembre de 1923, Hitler envió a algunos miembros de las SA a la imprenta para que sacaran fajos de billetes de 50 mil millones de marcos para poder pagar a sus tropas colpistas[9].

La salida de la inflación.
Estaba claro que la situación no podía continuar y a finales de 1923 se intentó ponerle remedio. Karl Helfferich, un político conservador, propuso crear el marco-centeno que se apoyaría en una cantidad de este cereal[10]. No triunfó porque se consideró que el valor del centeno variaba demasiado dependiendo de la cosecha. Entonces, en octubre de 1923, Rudolf Hilferding, teórico financiero socialista, propuso la creación de un banco de billetes oro dotado con 180 millones de marcos de oro y con permiso para emitir el doble de esa cantidad en billetes[11]. Pero esta cantidad era demasiada baja, mucho menor que la cantidad de marcos de 1914 (ver cuadro 17.1) así que parecía claramente insuficiente. Además no había suficiente oro en Alemania para poder respaldarlo. Finalmente Hans Luther, el nuevo ministro de finanzas a partir de noviembre, creó el Rentenmark. Éste se apoyaba en una hipoteca sobre las tierras productivas de Alemania, tanto agrícolas como industriales, valorada en 3200 millones de marcos oro. El nuevo Rentenbank se encargó de la enorme emisión al tipo de 1000 millones de marcos por 1 Rentenmark. En total se pusieron en circulación los 3200 millones de marcos de la hipoteca, repartidos entre los que se dieron al público y al gobierno. A partir de aquel mismo año de 1924 al Rentenmark se le pasó a llamar Reichsmark, o sea marco del imperio, que era un nombre más elegante que el de Rentenmark o marco de las rendas (rendas de la hipoteca se entiende). Finalmente la situación se había estabilizado, y Alemania viviría una época de relativa bonanza económica hasta la llegada de la crisis de 1929.

Las consecuencias sociales de la inflación.
Cuándo se analiza un fenómeno económico tal como una gran inflación es conveniente preguntarse a quién perjudicó y a quién benefició. ¿Salieron todos los sectores económicos perjudicados ? ¿O unos menos que otros ? ¿O incluso hubo algunos que salieron beneficiados ?
En el Tract on Monetary Reform de 1924 el genial John Maynard Keynes se preguntó si acaso la inflación era la exposición de una lucha entre los elementos activos y trabajadores de una sociedad y los rentiers o poseedores de obligaciones y bonos[12]. Los primeros se resistirían a transferir a los segundos más de una cierta parte de la producción nacional. Keynes propuso con el fin de que se pudiesen cumplir los compromisos de guerra crear un impuesto sobre el capital. Pero eso no pudo llevarse a cabo en ningún país europeo. Ni en el Reino Unido, que había sido el país que más había finanzado la guerra mediante impuestos, se pudo aprobar la creación de tal impuesto. En Alemania la oposición de los conservadores también desbarató los proyectos socialistas de crear tal impuesto. Keynes llegó a la conclusión de que si estos impuestos resultaban imposibles entonces se podría expropiar a los tenedores de bonos mediante la inflación, o sea la depreciación de la moneda. Keynes reflexionó: “Los pequeños ahorradores sufren en silencio, como demuestra la experiencia, estas enormes depreciaciones… cuando derrocarían al gobierno que les hubiera despojado de una fracción de toda la suma a través de métodos más prudentes y justos”.
En general los más perjudicados por la inflación fueron los rentistas, como los tenedores de bonos, los beneficiarios de alquileres o los creditores de hipotecas[13]. Lógicamente los más beneficiados fueron los que se habían endeudado ya que sus deudas casi desaparecieron. También es destacable el hecho que los estudios muestran que la gran inflación disminuyó las diferencias de rentas entre los alemanes. En general los sueldos entre trabajadores cualificados y no cualificados se acercaron[14]. La inflación casi siempre perjudica a los más ricos pero no tiene porque perjudicar a los trabajadores si estos tienen poder de negociación para elevar sus sueldos al ritmo de la inflación.

Lo que sí se puede afirmar es que las dificultades que generó la hiperinflación quedaron grabadas en la memoria colectiva alemana. Amplios espectros de la sociedad alemana sufrieron mientras duró y la obsesión de no repetir los errores del pasado sería fatal en la crisis que llegaría a partir de 1929. Una crisis muy distinta que requería decisiones muy distintas pero a la que, como se acostumbra a decir, se combatió como si de la última guerra se tratase.

Señor Negro.


[1] Gran Enciclopèdia Catalana, volum 1, 1981.
[2] Encyclopedia Britannica, 11th edition, 1911.
[3] Encyclopedia Britannica.com, artículo Germany.
[4] Charles London, Jutland 1916, Osprey Publishing, 2000.
[5] Ian Kershaw, Hitler, Ediciones Península, 2010
[6] Charles P. Kindleberger, Historia financiera de Europa, Ed. Crítica, 2011
[7] John K. Galbraith, La moneda, Ed. Ariel, 1996
[8] Wikipedia, Hyperinflation in the Weimar Republik
[9] Ian Kershaw, Hitler, Ediciones Península, 2010
[10] Charles P. Kindleberger, Historia financiera de Europa, Ed. Crítica, 2011
[11] Ibidem.
[12] Ibidem.
[13] Ibidem.
[14] Ibidem.