A principios de 1930
llega Brüning al poder.
Que
el crash de octubre de 1929 tuvo un impacto profundísimo en las finanzas
mundiales y por tanto en la economía es un hecho que dificilmente puede
refutarse. Y aunque algunos economistas monetaristas han intentado disminuir su
importancia como causa de la Gran Depresión, nunca lo han conseguido del todo.
Por lo tanto se puede hablar tranquilamente de un antes y un después de octubre
de 1929, especialmente en EEUU. El crédito se congeló y todo el mundo prefería
tener activos lo más líquidos posibles. Con este fin se cancelaron créditos a
empresas perfectamente solventes o se les negaron de nuevos produciendo con
esto una fuerte presión deflacionista. Observamos que lo que se ha llamado hoy
en día sequía de crédito no es ni mucho menos un fenómeno nuevo. Los bancos que
tan alegremente habían prestado durante el boom, de repente se volvieron
timoratos a casi cualquier prestatario[1].
Como
era de esperar en Alemania, dónde las cosas ya iban bastante mal, la situación
no mejoró un ápice sino que empeoró. Con la sequía de crédito campando por EEUU
a finales de 1929, las importaciones de este país se desplumaron y esto afectó
gravemente a Alemania. Por un lado las importaciones de productos alemanes en
EEUU cayeron, y por el otro la reducción de importaciones que hizo EEUU de
países productores de materias primas, sobretodo agrícolas, llevaron a éstos a reducir
también sus compras en Alemania. Evidentemente el paro siguió subiendo y pronto
se vio que el fondo del seguro de desempleo, Reichsanstalt für Arbeitslosenversicherung, (que había sido creado
en 1927) no era suficiente. Se había pensado para cubrir a un máximo de 800.000
parados pero a inicios de 1930 ya había unos 1,9 millones. Los déficits de este
seguro se trasladaron al presupuesto del gobierno y éste tuvo que endeudarse.
Con el recuerdo de la pesadilla de la hiperinflación en mente, el gobierno
alemán se dispuso a terminar con el déficit. La discusión sobre como se tenía
que recaudar el dinero necesario para liquidar el déficit terminó siendo tan
intensa que se rompió la coalición de gobierno. El SPD, Sozialdemokratische Partei Deutschlands, que era el partido que
lideraba el gobierno con el canciller Müller y era el primer partido del Reichstag,
abandonó al gobierno en marzo de 1930. En medio de aquella terrible crisis el
gobierno pasaba a estar en minoría.
El
nuevo canciller elegido se demostraría en los años venideros como totalmente
incompetente para hacer frente a la tarea titánica de frenar la crisis y dar
trabajo a su gente. Su nombre era Heinrich Brüning (1885-1970) y era un
conservador católico nacido en la ciudad de Münster. Su partido era el Zentrum,
el partido por excelencia de los católicos alemanes y por lo tanto claramente
conservador. Si se entiende que la máxima prioridad del gobierno debía ser
apagar el incendio nacional que era la crisis, bien se puede decir que el
gobierno echó gasolina a las llamas.
Rápidamente
Brüning empezó una política de recortes sociales y subida de impuestos con el
objetivo de acabar con el déficit y alejar sus pesadillas de inflación. Seguramente
también influyó en sus decisiones el plan Young de pago de las reparaciones de
guerra en el que los alemanes se habían vuelto a comprometer a pagar lo que
debían a sus anteriores enemigos, especialmente Francia, por los daños causados
en la Gran Guerra. Si el marco hubiera perdido valor puede que les habría sido
más difícil pagar las reparaciones en divisas extranjeras. Brüning también
racionalizó sus decisiones con el argumento de que la caída de precios y
salarios haría a los productos alemanes más competitivos a escala mundial y
esto beneficiaría a la economía del país[2].
Con todo esto en mente se puso manos a la obra: rebajar gastos gubernamentales
y subir impuestos. Se implantaron viejos impuestos sobre la renta, la
circulación financiera y la cerveza. Y también se crearon de nuevos como uno a
los solteros, a los almacenes y al agua mineral[3].
Por si todo esto fuera poco, Brüning quiso proteger a los grandes
terratenientes de los efectos de la caída mundial de los precios agrícolas y
así fue como impuso fuertes restricciones a las importaciones de alimentos. Las
malas lenguas dijeron que lo hacía para acontentar al presidente Hindenburg,
cuyos “amigos” incluían a muchos junkers. En todo caso, lo que consiguió con
esta política fue incrementar el precio de los alimentos en un momento en donde
grandes masas de obreros se estaban quedando sin trabajo. Puede que en un país
más agrícola esto hubiera sido positivo para el consumo pero en un país ya muy
industrializado y urbano como era Alemania esto más bién llevó el hambre a
muchos hogares. Brüning terminó recibiendo el apodo nada halagador de Hungerkanzler, o sea el canciller del
hambre.
Brüning
tuvo que gobernar valiéndose del recurso de los Notverordnungs, decretos de
emergencia, que apoyados en el artículo 48 de la Constitución de Weimar no
tenían que ser aprobados por el Reichstag. Con solo conseguir la firma del
presidente Hindenburg éstos ya entraban en vigor. Cuándo en junio el SPD
intentó derogar estos decretos en el Reichstag, Brüning contraatacó
convenciendo al presidente Hindenburg para que disolviera esta cámara y
convocara elecciones con 2 años de anticipación. Una vez más esto resultaría
ser una decisión fatídica.
Heinrich Brüning, der Hungerkanzler. |
Crisis política y
financiera.
Las
elecciones de septiembre de 1930 fueron catastróficas para el futuro de la
República de Weimar. El Reichstag se radicalizó con el ascenso de los partidos
extremistas, el KPD y el NSDAP, que ganaron una fuerza impensable solo unos
pocos años antes. Especialmente el partido nazi que pasó de ser una fuerza
marginal con un 2’6% de apoyo electoral a recibir un abrumador 18’6%. Esto los
encumbró a primer partido de la derecha y segundo del Reichstag solo por detrás
del SPD, el cuál se mantuvo primero con el 24’5% de los votos. La voz de Hitler
se empezó a sentir con fuerza en aquella cámara.
Elecciones alemanas a finales de la República de Weimar |
Aún
así, y debido a la desunión de sus adversarios, Brüning consiguió continuar
siendo canciller con el apoyo de la derecha.
Quizás
por la radicalización política que se produjo en septiembre, quizás porque la crisis
continuaba agudizándose, y seguramente por ambas cosas, en el otoño de 1930 se
aceleró la pérdida de capital de los bancos alemanes. En agosto de 1930 los
bancos alemanes perdieron 330 millones, en septiembre 225 millones y en octubre
720 millones. En total 1280 millones de marcos[4].
Parecía como si los capitalistas extranjeros y los nacionales intentaban
escapar de la crisis alemana. Mientras la situación empeoraba y el paro llegaba
ya a 3 millones de personas.
En
1931 la espiral destructiva continuó. Pero cuando la tormenta se desató
definitivamente no lo hizo en Alemania como se podría pensar sino en Austria.
La pequeña república alpina había pasado la anterior década intentando superar
las pérdidas que había sufrido como consecuencia de la 1ª Guerra Mundial. Con
un territorio muy reducido y una gran conflictividad social su economía había
renqueado a través de aquellos difíciles años. El paro se había mantenido
elevado,entre el 10 y el 15%[5],
y sus bancos no habían conseguido asentarse en este mundo sin Habsburgos. Sin
Trieste ni Bohemia habían perdido sus zonas más rentables[6].
Así que cuando la crisis llegó en 1929 ni la economía austríaca ni sus bancos
pasaban por un buen momento. En Mayo de 1931 el Creditanstalt, ni más ni menos
que el mayor banco del país, quebró.
La
noticia cayó como una bomba en aquel mundo ya muy traumatizado y la confianza
en el sistema bancario europeo recibió un golpe tremendo. En junio, en una
Alemania en medio de otra crisis política, las retiradas de capital volvieron a
producirse. Mientras en el Reichstag los del SPD volvían a pedir la retirada de
los poderes del canciller Brüning para decretar decretos de emergencia. Este
enfrentamiento volvió a espolear una nueva fuga de fondos de los bancos
alemanes que perdieron 400 millones de marcos en 4 días[7].
El Reichsbank intentó frenar la salida subiendo el tipo de interés del 5 al 7%,
cosa que evidentemente no era muy bueno para la economía. Se dice que las
desgracias nunca vienen solas y confirmando esto a mediados de aquel mes
fatídico la Nordwolle, una gran empresa que controlaba el sector de la lana en
Alemania, quebró debido a unas operaciones temerarias. Previendo una subida del
precio de la lana, la empresa se había endeudado fuertemente a principios de
aquel año para comprar toda la producción anual. Cuando la lana bajó de precio
la empresa se encontró contra las cuerdas. Su prestamista había sido el
Danatbank (Darmstädter und Nationalbank) que era uno de los bancos alemanes más
grandes del momento y que no pudo aguantar las pérdidas de la Nordwolle. La
quiebra del Danatbank a principios de julio desató varios pánicos bancarios que
obligaron a las autoridades alemanas a cerrar los bancos desde el lunes 13 al
jueves 16, día en que volvieron a abrir.
Pánico bancario en Berlín. Verano de 1931. |
El
18 los bancos alemanes se unieron para crear un fondo de garantía que había de
servir para proteger a sus miembros de posibles futuras crisis bancarias pero
excluyeron al Danatbank debido a rencillas anteriores por las tácticas
agresivas que éste aplicaba. El Danatbank finalmente fue absorbido por el
Dresdner Bank que asumió sus pérdidas con la ayuda del Reichsbank. La crisis
bancaria había sido frenada por estos acuerdos pero todo el sector siguió
padeciendo una gran fragilidad y continuaron produciéndose algunos pánicos
bancarios esporádicos.
Entonces
en septiembre de 1931 Gran Bretaña abandonó el patrón oro. Las pérdidas de oro
que había sufrido el Banco de Inglaterra así como las dificultades para
financiarse del gobierno británico, el cuál había incurrido en déficits desde
el inicio de la crisis, forzaron a tomar esta decisión tan trascendente[8].
Gran Bretaña que había sido el gran apoyo y paladín del patrón oro durante el
siglo XIX pasaba a ser uno de los primeros países europeos que lo abandonaba
(anteriormente ya lo habían hecho los pequeños estados escandinavos). Lo hacía
además con una caída del 40% de la cotización de la libra, que aún era la
principal moneda de intercambio del mundo. Es difícil imaginar la magnitud de
este shock. ¿Qué pasaría hoy en día si el dólar bajara un 40% en pocos días?
Desde el punto de vista alemán los problemas adicionales que esto generaba eran
importantes. Básicamente una devaluación tan importante de la libra significaba
poner a la industria británica en posición ventajosa respecto a la industria
alemana en posibilidades de exportación. Lo que implicaba que los precios
alemanes deberían bajar mucho para poder competir, esto es lo que se llama
presión deflacionaria. Pero cuando algunos economistas y políticos urgieron al
gobierno alemán a devaluar el marco fueron ignorados e incluso vilipendiados.
La opinión pública alemana seguía relacionando la caída del cambio del marco
con la hiperinflación y el gobierno Brüning parecía creer que lo mejor era
proseguir con la devaluación interna. Rudolf Hilferding, que era considerado el
principal experto en economía del SPD, llegó incluso a afirmar que la
devaluación de la libra produciría paro en Gran Bretaña y que Alemania debía
proteger el valor de su moneda.[9]
Así
estaban las cosas cuando haciendo gala de una gran coherencia Brüning volvió a
utilizar los Notverordnungs para decretar más deflación. El 8 de diciembre de
1931 decretó otra disminución de los sueldos, precios industriales, alquileres,
precios del ferrocarril, etc. La reducción de los sueldos pretendía volverlos a
los niveles de enero de 1927 y fue de alrededor del 10~15%. Durante 1931 los
parados habían llegado ya a unos 4 millones, alrededor del 15%, y mucha más
gente trabajaba con jornadas reducidas.
CONTINUARÁ
[1]
Charles P.
Kindleberger, La crisis económica 1929-1939, Ed. Crítica, 1985
[2] Es una opinión
ampliamente aceptada hoy en día que las devaluaciones internas son muy
complicadas y dolorosas de llevar a cabo. Véase el blog de Paul Krugman en el
New York Times sobre esto.
[3] Charles P.
Kindleberger, La crisis económica 1929-1939, Ed. Crítica, 1985
[4]
Ibidem.
[5]
Ibidem.
[6]
Ibidem.
[9] Ibidem.
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