En
el artículo anterior hemos hablado de la hiperinflación alemana de principios
de los años 20 y de las consecuencias sociales que comportó. Ahora vamos a
tratar de unos acontecimientos económicos posteriores que superaron ampliamente
a éstos en tragedia. Para ello tenemos que avanzar hasta 1929.
Empieza la Gran
Depresión.
En
1929 se estaba terminando una década que había sido especialmente convulsa para
el mundo. Las grandes inestabilidades que la 1a Guerra Mundial había causado
habían llevado al mundo a una serie de crisis de las cuáles casi nadie había
salido ileso. Había habido la hiperinflación alemana, la crisis británica de 1925-1926,
la especulación contra el franco de 1924, las repetidas crisis italianas con
sus frecuentes bancarrotas, la crisis de posguerra que asoló España y llevó a
Primo de Rivera al poder y se podrían mencionar más. Todo esto si solamente nos
fijamos en Europa occidental, porque en Europa oriental las cosas fueron
incluso peores. Hubo revolución aunque fugaz en Hungría, hiperinflación y
golpes de estado en Polonia, disturbios y represión en Bulgaria, guerra entre
Grecia y Turquía (1919-1923), y un largo etc de calamidades. Sin olvidar los
desastres que trajo la Guerra Civil Rusa, como la gran hambruna que se abatió
sobre el país en 1922, solo mitigada en parte por la ayuda extranjera (los EEUU
habían tenido una magnífica cosecha).
Fuera
de Europa también se vivieron momentos convulsos ya que las naciones se tenían
que reajustar al nuevo mundo de después de la 1ª Guerra Mundial. Por ejemplo,
la década culminó en Argentina con el golpe militar de 1930 que inició la
llamada década infame.
Así
que solo se puede hablar de los felices años 20 desde un profundo
americanocentrismo o quizás por comparación con los terribles años de la 1ª
Guerra Mundial. Y aún así hacia la segunda mitad de la década las cosas habían
empezado a mejorar. La hiperinflación alemana se había superado en 1924, el
franco se estabilizó en 1926[1]
y, aunque la economía británica no pasó por su mejor momento debido a una libra
esterlina sobrevalorada, la buena situación en Estados Unidos hacía presagiar
buenos tiempos. Parecía como si a partir de 1926 empezaría otro largo período
de prosperidad. Pero entonces llegó 1929.
En
1929 culminó el boom especulativo que se había iniciado en 1928 en la bolsa de
Nueva York (hubo otras bolsas que también subieron mucho pero la de Nueva York
era la más importante de lejos). Las acciones subían sin parar y sin darse
cuenta de la enorme burbuja que se estaba creando se crearon numerosas empresas
que su único objetivo era el de invertir en la bolsa. Estas empresas, llamadas
generalmente trusts de inversión, a su vez a veces invertían en otras que
tenían el mismo objetivo, de forma que grandes cantidades de capital terminaban
dependiendo de lo que hicieran unas pocas acciones de empresas productivas
reales. Todo eso en un mercado de valores que subía con celeridad gracias a la
enorme cantidad de préstamos que los bancos estaban dando a los especuladores.
Incluso algunas empresas industriales terminaron por considerar más provechoso
invertir en la bolsa que en sus propias industrias y arriesgaron sus capitales
allí. No me voy a alargar más sobre el boom neoyorquino porque no es el
propósito de este artículo, además el episodio ya ha sido tratado abastamente
en libros como El crash de 1929 de
John Kenneth Galbraith. Lo que si nos concierne son sus consecuencias
económicas.
En
su libro sobre la Gran Depresión Kindleberger explica cuáles fueron las
consecuencias del boom bursátil. Los bancos americanos habían dado numerosos
préstamos a los bancos europeos, y especialmente a los bancos austríacos y
alemanes que con los sobresaltos de los años 20 habían tenido problemas para
financiarse.
Éstos
últimos por lo tanto dependían en gran medida de lo que sus colegas yanquis
decidieran hacer con estos préstamos. Cómo se ve en el gráfico anterior,
extraído de La crisis económica 1929-1939
de Kindleberger, los préstamos al extranjero de EEUU y Gran Bretaña se
redujeron bruscamente entre 1928 y 1929. Y la única explicación lógica es la de
la influencia del boom bursátil, es decir que se retiraron préstamos al
extranjero con el fin de poder prestar más dinero en la bolsa de Nueva York,
que a todas luces parecía dar unos rendimientos fantásticos[2].
Esto condujo a que la crisis empezara incluso antes en Alemania que en Estados
Unidos.
Así
a partir de 1928 el paro empezó a subir en el país teutónico pasando de
1.100.000 parados en el verano de aquel año a 1.900.000 a finales de 1929[3].
Esto ya era un aumento espectacular si pensamos que se produjo en solo un año pero
incluso así esta cifra solo equivalía al 6% de la población activa, por lo que
no parece que tuviera que ser tan grave. Tristemente todo esto quedaría en muy
poca cosa respecto a lo que vendría a partir de 1930.
CONTINUARÁ
CONTINUARÁ
[1] Charles P.
Kindleberger, Historia financiera de Europa, Ed. Crítica, 2011
[3] http://www.dhm.de/lemo/objekte/statistik/arbeits11b/index.html Web del Deutsches Historisches Museum.
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