A
estas alturas de la crisis ya casi nadie duda de que este experimento del euro
está creando muchos problemas en Europa. El hecho de que países con situaciones
económicas tan distintas tengan que compartir una misma moneda impide que
puedan realizar distintas políticas monetarias y de alguna forma socava la
soberanía de todos estos países. Las tensiones que esto provoca las podemos
leer cada día en los periódicos en sus habituales relatos de las reyertas entre
los líderes europeos. Lo que desea que se haga con el euro Rajoy está muy lejos
de lo que propone Merkel y ni tan siquiera muy cerca de por lo que suspira
Hollande. La eurozona es ahora mismo un caos en el que no existe un poder
central que arbitre los distintos intereses y en el que cada uno de los
presidentes mira sólo por su parroquia. No hay política fiscal conjunta y las
instituciones que deberían velar por la prosperidad conjunta de Europa brillan
por su ausencia. No es extraño por tanto que la eurozona sea la región económica
del mundo que menos se ha recuperado del crash del 2008[1].
Ante todo este desastre en seguida surge la duda de si todo esto se hubiese
podido prever, es decir si había conocimientos y experiencia suficientes en
esto de las uniones monetarias para poder avisar sobre los peligros que
entrañaban. La repuesta es sencilla: sí la había.
El fin de Bretton Woods.
El shock Nixon de agosto de 1971 |
En
1971 terminó el sistema monetario internacional de después de la 2ª Guerra
Mundial, el conocido sistema de Bretton Woods. Este sistema se había negociado
entre 1944 y 1945 y se ajustaba a la realidad económica de aquel momento. Por
entonces, con Europa y Asia severamente castigadas por la guerra, Estados Unidos
gozaba de una hegemonía total en el mundo. Sus principales competidores
industriales, Europa occidental y la Unión Soviética tendrían que superar
largos años de reconstrucción antes de poder volver a hacer sombra al coloso
americano. De esta forma al reconocer la hegemonía americana se impuso el dólar
como la moneda de referencia, la única que sería convertible en oro. Todas las
demás se fijarían respecto a ésta en un valor que podría ser modificado por el
país en cuestión dependiendo de su balanza de pagos. El Fondo Monetario
Internacional velaría para resolver los problemas más graves de liquidez en los
que se pudiese encontrar algún banco central de un país.
Pues
bién el sistema terminó entrando en crisis a medida que los EUA fueron
perdiendo su preponderancia económica y empezaron a tener que competir con los
productos europeos y japoneses. La crisis estalló definitivamente en 1971
cuando Nixon decidió por sorpresa suspender la convertibilidad del dólar en oro.
Los americanos deseaban devaluar su moneda y esto bajo Bretton Woods sólo se
podía conseguir si el resto de países aceptaban apreciar sus monedas respecto
al dólar. No hace falta decir que esto era un compromiso político imposible de
conseguir y por lo tanto el sistema saltó por los aires. Finalmente un domingo
de Agosto de 1971 Nixon anunció por sorpresa que EEUU suspendía la
convertibilidad del dólar en oro. Cómo lo hizo unilateralmente y por sorpresa, sin
consultarlo con el las otras potencias económicas, a esta acción se la llamó el
Shock Nixon. Que la caída del dólar y de Bretton Woods se produjera un año
después del peak oil estadounidense
seguramente tiene una fuerte relación, pero esto ya lo analizaremos en otro
post.
La serpiente europea.
Pues
bién situados ya en una realidad post-Bretton Woods algunos políticos europeos
estaban preocupados. Con el dólar abandonando su papel de moneda de referencia -¿podría
ser que se volviesen a vivir las fuertes fluctuaciones de los tipos de cambio
que tantos problemas habían generado durante los años 30 ?- ¿Volverían los
países a abusar de las devaluaciones competitivas ? La economía europea estaba
entonces más integrada que nunca antes en su historia y para algunos el peligro
de volver a poner fuertes fronteras al comercio era muy real. Algunos países
así lo temían y se dispusieron a limitar estas fluctuaciones en los tipos de
cambio. Ya antes del shock Nixon de 1971 la Comunidad Económica Europea había creado
en 1969 la comisión Werner para que estudiara cómo deberían concertarse las
políticas económicas en Europa y cómo se deberían organizar sus divisas. Ocurría
que algunos expertos ya sabían desde como mínimo 1968 que la convertibilidad
del dólar en oro no se podría mantener por mucho tiempo (en 1968 el Congreso
americano dio los primeros pasos para terminar con esta convertibilidad[2]).
El nombre de esta comisión provenía de Pierre Werner, primer ministro de
Luxemburgo, y estaba formada por tecnócratas. La comisión elaboró un informe
que recomendaba toda una serie de pasos para fortalecer la integración
económica europea. A la larga ya se hablaba de crear una moneda europea única,
con su correspondiente banco central, que obligara a los países a ligar sus políticas
económicas. Pero en 1970, cuando se entregó el informe Werner, la posibilidad
de una moneda única era muy remota y se adoptó una solución de compromiso a la
que se llamó la Serpiente europea.
Los
hechos de 1971 agudizaron la urgencia de llegar a compromisos dentro de la CEE.
La serpiente consistía en una serie de acuerdos para que la cotización de las
divisas no variase fuera de unos márgenes. Se entiende la metáfora de la
serpiente fácilmente si se imagina la forma de desplazarse de estos reptiles y
se compara con las contínuas variaciones de una divisa dentro de unos márgenes.
La Serpiente empezó a funcionar en
abril de 1972 y establecía que las divisas no deberían superar un estrecho
margen respecto al dólar del 2’25%. Es decir que respecto a su anterior
cotización en dólares no podían bajar o subir más de un 1’125%. En principio el
acuerdo incluía a todos los países de la CEE, es decir los 6 fundadores más los
3 recién incorporados (Gran Bretaña, Irlanda y Dinamarca). Era un acuerdo muy
ambicioso que pronto mostró ser un gigante con pies de barro.
La serpiente
descuartizada.
Sólo
1 mes después de su adopción Gran Bretaña abandonó el acuerdo. Seguramente sus
tradicionales problemas en la balanza de pagos le impedían cumplirlo. A ésta le
siguió Irlanda que obviamente estaba muy relacionada económicamente con ella.
En febrero de 1973 lo abandonó Italia. En 1974 de la serpiente se cayó nada más
ni nada menos que Francia, para volver a ella en julio de 1975 y volver a salirse
en marzo de 1976[3].
Hacia 1976 quedaba claro que las turbulencias económicas de los años 70, con
sus crisis inflacionarias espoleadas por el shock petrolero de 1973, no
permitían que los estrictos acuerdos de 1972 se cumpliesen. El primer intento
de creación de una unión monetaria a gran escala en Europa no había resistido
una crisis económica, y sería necesario esperar hasta los más benignos años 80
para que unos nuevos acuerdos crearan el Sistema Monetario Europeo (éste era
como la serpiente pero más flexible).
Conclusión.
Como
de si de una epifanía de lo que iba a pasar en el futuro se tratase, la
serpiente europea demostró que sólo Alemania y los pequeños países que la
rodean podían resistir una unión monetaria. En efecto fue la Alemania Federal y
los del Benelux los que cumplieron los acuerdos. Los mediterráneos en cambio no
pudieron resistir la necesidad de más margen de maniobra. Si esto no se nos
asemeja a la situación actual que estamos viviendo es que nos han informado
mal. La creación de una moneda única sin los mecanismos de equilibrio (un
gobierno europeo que pueda transferir impuestos) necesarios ha sido una
decisión muy arriesgada que ahora estamos pagando. Sólo el futuro nos dirá si
el euro sobrevivirá a esta gran tormenta o terminará como la serpiente de los
años 70.